
La capital de Escocia es una de esas ciudades en las que la orografría marca el carácter y preserva rastros de los tiempos pasados. Asentada sobre numerosas colinas de origen volcánico, dos núcleos principales se reparten el protagonismo y reclaman a sus innumerables visitantes, Old y New Town.
Hasta el siglo XII era tan sólo un fuerte defensivo en los límites del país. Pero el rey David I trasladó la corte y al poco tiempo se convirtió en la capital y ciudad más poblada de Escocia. Hoy sigue siendo lo primero, y con el recientemente recuperado Parlamento escocés, con mayor relevancia política. Lo segundo, en cuanto a la población, dejó de serlo en los tiempos de la Revolución Industrial, cuando su vecina Glasgow atrajo enormes contingentes de trabajadores para sus astilleros y fábricas.
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