sábado, 15 de agosto de 2009

Glasgow



Glasgow es una de esas ciudades con mala fama. Al menos la mala fama de los gris, lo monótono, del urbanismo desarrollista incontrolado, de los atascos… Para los madrileños esa fama no nos es del todo ajena, y tal vez por ello hemos escogido esta ciudad como base para nuestra estancia en las tierras del sur de Escocia, las Lowlands.

La ciudad más grande de Escocia, en tiempos la llamada segunda ciudad del Imperio, se desarrolló de forma vertiginosa alrededor de su puerto y sus astilleros. Hoy la industria naval es testimonial, y sucesivas crisis industriales han ido dejando sus secuelas. Cuna del laborismo británico en medio de una Escocia mayoritariamente conservadora, es una isla urbana y fabril en el paisaje rural y aristocrático del resto del país.

La masiva inmigración irlandesa creó una gran colonia católica. Esto ha generado no pocas tensiones, puestas de manifiesto en las a menudo cruentas escaramuzas y en la permanente rivalidad de los dos principales equipos de fútbol de la ciudad, líderes absolutos de la Scotish Premier League: el católico Celtic, de colores verdes y con el trébol como emblema, símbolos claramente irlandeses, y el Rangers, azul escocés, protestante. Aquí cuando naces ya tienes equipo para toda la vida…
A este tipo de lugares por lo tanto hay que dedicarles un poco más de tiempo. No son los sitios de consumo fácil de vistas de postal y masas de turistas encaminadas como ganado por los caminos trillados. A cambio se recibe el auténtico pulso de lo cotidiano, sin fachadas prefabricadas, y un buen número de sorpresas en los pequeños detalles.

Tres son los grandes polos de atracción en la ciudad. El río Clyde, que un intenso programa de readecuación trata de revalorizar, el centro antiguo que rodea a la catedral y la zona victoriana alrededor de George Square. Además, un poco más retirados, laos grandes museos y galerías de arte que conforman el mejor conjunto pictórico del Reino Unido fuera de Londres.

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