domingo, 9 de agosto de 2009

Liverpool, ciudad marítima mercantil, Patrimonio de la Humanidad



Liverpool ha jugado un papel protagonista en la Historia durante un amplio periodo de tiempo. Fundada en un momento tardío, en el siglo XIII, contaba con apenas tres mil habitantes a finales del XVI. Sin embargo, a comienzos del XVII llega el primer convoy marítimo desde América, y todo cambia.

El estuario del Mersey se convierte en uno de los polos principales del comercio con América. Se fletan grandes barcos y se crean las primeras infraestructuras portuarias de envergadura, auténticos “parkings” marítimos para resguardas las flotas.

La ciudad es también vértice “triángulo de la vergüenza” en el tráfico masivo de esclavos al Nuevo Mundo.

Más adelante, con la consolidación del enorme Imperio Británico, el puerto se amplía aún más, con estructuras vanguardistas para la época, como el Albert Dock, enorme almacén y resguardo de hierro y ladrillo.





En el siglo XX la insoslayable relación con el mar continúa, con los grandes transatlánticos como el Lusitania, torpedeado y hundido al comienzo de la Primera Guerra Mundial, y el Mauretania, que juntos realizaban la ruta Liverpool – Nueva York, siendo los mayores y más rápidos navíos del momento. Y del Titanic, que aún zarpando de Southampton estaba registrado aquí.



Y de otros millones (más de nueve) pasajeros a América, estos menos acaudalados, que partieron de sus muelles, provenientes de toda Europa, como el millón largo de irlandeses que huía de la hambruna en su isla.

Se suman además decenas de comunidades atraídas por la actividad mercantil y por el auge industruial de la zona, durante la Revolución Industrial.

Todos estos momentos pueden saborearse en el esplendido Museo Marítimo, incluyendo una sobrecogedora sección al respecto en el Museo Internacional de la Esclavitud.

Los grandes edificios de inspiración norteamericana que marcan la fachada marítima de Liverpool, orgullosos, sólidos, parecen desesperar oteando el Mar de Irlanda la llegada de grandes navíos que nunca volverán. Los grandes ferries para Irlanda parten ahora de la otra orilla, en Burkenhead, y son la sombra de los fastuosos palacios flotantes del siglo pasado. Tan sólo los populares y pequeños transbordadores del Mersey cruzan hasta esta orilla, como lo hacían hace ocho siglos las barcazas de los monjes de Birkenhead Priory con idéntico fin.
Por todo esto, para aprehender la esencia de Liverpool hay que verla desde el agua, que es el rostro que se ha dado a sí misma en cuatro siglos. Y que sigue construyendo, que ahora que le toca reinventarse, lo hace con brillantes escenarios en su fachada histórica.

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